¿Pensabas que las tradiciones con los nuevos alumnos son sólo cosa de las instituciones americanas? En España, en la Academia General Militar de Zaragoza, los cadetes de nuevo ingreso también tienen su propio ritual de iniciación: deben lograr una pequeña 'conquista' con la que demostrarán que valen para luchar.
Por qué acabó mal la batalla de almohadas de la Academia Militar de West Point
En la Academia General Militar de Zaragoza, sin fecha determinada pero nunca antes de la Jura de Bandera –este año será el 24 de octubre-; sin una ‘orden de operaciones’; sin pedir permiso; sin más que la llamada de la tradición, una cierta noche, tras la cena, se forman dos bandos. Esto sólo ocurre una vez cada año.
Por una parte, se reúnen los caballeros y damas cadetes de reciente ingreso, los ‘nuevos’, vaya; aquellos que no tienen todavía, al decir de los antiguos, derecho a nada. Los ‘nuevos’ cadetes se reúnen tímidamente al pie de la ‘Escalera del Cañón’ en un primer acto de compañerismo, para un esbozo de lo que, con los años, serán capaces de hacer. Intuyen lo que les espera. Algunos, por conocimiento familiar o de amigos que ya han pasado por esto, ya lo saben. Saben que es la primera ocasión en la que podrán demostrar, ante sí mismos y ante los demás, si valen para la lucha. Saben que, seguramente, van a recibir. Pero será en una lucha incruenta, deportiva.
[img=350x525]http://www.onemagazine.es/fotos/editor/24838/220El20caC3B1C3B3n2C20al20pie20de20la20escalera.jpg[/img]
El cañón, al pie de la escalera
Por otra parte, enfrente, estará concentrado el resto de los cadetes y la ‘alferecía’; son las otras tres promociones de la Academia que se concentran en posición dominante, sobre los peldaños de esa escalera, deseando que, sin que suene un silbato, se desate la tormenta.
¿Una promoción contra tres? No importa. En este campo de batalla, el frente es relativamente estrecho y la línea de contacto es de apenas cuatro metros. Por lo tanto, no importa demasiado que los ‘nuevos’ sean 300 y los demás cadetes tripliquen esa cifra. Hay sendas primeras líneas y el resto son, en realidad, unas masas humanas densas y elásticas.
Pero ¿qué va a pasar? ¿De qué se trata? ¿Es una pelea? ¿De verdad pelean cadetes contra cadetes? Nada de eso. De lo que se trata, por mandato de la tradición, es que los ‘nuevos’ han de intentar subir por la ‘Escalera del Cañón’ y los demás cadetes y la ‘alferecía’ han de impedírselo ocupando la escalera desde el primer peldaño hacia arriba, presentando una masa compacta. Ni más ni menos.
El caso es que, formadas las dos masas humanas, los defensores de la escalera empiezan a cantar ‘La Canción de la Escalera’ para desmoralizar a los ‘nuevos’. La letra dice así:
Una mañana de otoño
llegaron los ‘nuevos’ a la General
y toda la ‘alferecía’ con mucha alegría
se puso a cantar:
¡No subirán… subirán la escalera…
aunque Juren Bandera…
¡¡¡los novatos de la General!!!
Y sigue un estribillo atronador e insistente que acaba desmoralizando a los ‘nuevos’: “¡No hay, no hay, no hay…!” Ya entienden Vds. a qué se refiere.
Las razones del asalto
Tradicionalmente, los cadetes ‘de reciente y dudoso ingreso’ –así nos referíamos los cadetes del curso superior a los que ingresaron en 1976-, tenían que superar, fuera del horario de clases y actividades, ciertas exigencias informales con las que demostraban que ya estaban imbuyéndose de su nueva naturaleza: ser caballeros –y ahora damas- cadetes. En un ambiente que se pretendía fuera simpático y jocoso, a los ‘nuevos’ se les imponían ciertas restricciones; los antiguos que lean estas líneas las recordarán: no dejarse bigote, no cruzar la Plaza de Armas por sus diagonales, no cruzar el ‘Pasillo de los Perdigones’ -el espacio de las naves dormitorio situado entre las cabeceras de las dos filas de camas-, traer golosinas al cuartelero los sábados y domingos…
[img=560x403]http://www.onemagazine.es/fotos/editor/24838/420El20Patio20de20Armas20en20una20formaciC3B3n20en201975.jpg[/img]
Imagen del Patio de Armas en 1975
Por otra parte, expresiones dirigidas a los ‘nuevos’ tales como ¡Volován con pan entre pan… y a desierto!, ¡Pelotazo… y sin novedades!, ¡Cuidado, que sopla el Moncayo!, ¡A hacer el reloj de cuco!... y muchas más, daban pie a una y mil situaciones informales que pretendían que los ‘nuevos’, aceptando el juego como víctimas inocentes de él, fueran superando el aturdimiento lógico de los primeros días, tras su ingreso en la Academia General Militar.
Prohibido subir por la ‘Escalera del Cañón’
Una de las tradiciones más severas es que los ‘nuevos’ no pueden subir de la planta baja a la primera –me refiero al edificio principal antiguo- por la ‘Escalera del Cañón’; ni tampoco bajar. Es la escalinata principal y debe su nombre a que, desde hace mucho tiempo, está adornada en su base con un antiguo cañón de campaña.
Con la lógica inversa, los ‘nuevos’ intentan –intentábamos, cuando lo fuimos- hacerlo subrepticiamente cuando creen que nadie les ve mientas suben, hecho que no siempre quedaba impune y acarreaba las lógicas represalias en forma de nuevas bromas.
Sin embargo, el que lo consigue aisladamente, por oportunidad, astucia, velocidad o incluso fuerza, se ganaba el derecho, sólo él, a subir y bajar por esta escalera, mientras que los demás seguían teniéndolo prohibido.
West Point y Zaragoza. Dos academias diferentes
Los cadetes de West Point pelean con almohadas. Una primera reacción me ha llevado a imaginarlos como si jugaran en una inocente fiesta infantil; más bien blanda, tras un ‘cumple’. Pero parece que, en esta ocasión, había almohadas rellenas de objetos contundentes, quizá cascos de combate de kevlar o ¡vaya Vd. a saber! quizá ladrillos. Así, claro, varios han resultado con graves contusiones. Se han pasado.
Sin embargo, los cadetes de Zaragoza pugnan con las manos libres, sólo valen empujones y agarrones; no se aceptan golpes, puñetazos ni patadas; sólo juego limpio.
La tradición obliga a los ‘nuevos’ a intentar subir por la ‘Escalera del Cañón’. Pero la misma tradición manda que ‘no han de poder subir’. Por ello, el que la masa de los ‘nuevos’ empujando consiga, siquiera por un instante, subir un par de peldaños es ya un triunfo para ellos y pueden considerar el asalto como victorioso, y lo celebran dando grandes voces. En realidad, lo que habrían de lograr es alcanzar el piso superior, pero se les oponen siempre fuerzas superiores.
No olvidemos que se enfrentan dos masas compactas que se empujan una a la otra; una, pretendiendo subir algún escalón –los ‘nuevos’-; la otra -los cadetes y los alféreces de los cursos superiores-, impidiéndoselo. De hecho, recuerdo que, en la defensa de la escalera que hizo mi promoción, la XXXIV, uno de mis compañeros quedó atrapado por la masa compacta, perdió contacto con el suelo, e iba de un lado a otro en volandas.
Enseguida, la batalla alcanza mucha intensidad y el vocerío y los empujones llegan a ser importantes. A veces, desde el piso superior cae cubo tras cubo de agua y kilos y kilos de harina sobre los ‘nuevos’ cuyas fuerzas, poco a poco, van mermando hasta que acaban reconociéndose derrotados. ¡Faltaría más!
Al rato de empezar, quizá media hora, quizá más, ambas masas, fatigadas por una intensa y prolongada pugna y cumplida la tradición de que los ’nuevos’ intenten y no consigan subir por la ‘Escalera del Cañón’, se disuelven amistosamente yendo cada cual a su dormitorio –y quizá alguno algo dolorido-, no sin antes descubrir en la lejanía, uno o dos de los capitanes de servicio.
Cuando las masas se disuelven, por el suelo pueden quedar, como los despojos de la lucha, alguna hombrera arrancada, algunos cordones rojos perdidos, algún gorro, un zapato, charcos de agua, grumos de harina…
¿Y los capitanes de servicio?
Desde antes de que comenzara el intento de asalto a la ‘Escalera del Cañón’, los capitanes de servicio ya sabían que iba a ocurrir. No en vano, años atrás, cuando fueron cadetes, habían sido protagonistas, como ‘nuevos’ en el bando de los asaltantes, y, más adelante, como integrantes del bando de los defensores. Por un misterioso medio de comunicación, el desafío entre las promociones de cadetes, que en realidad es secreto, llega a su conocimiento.
Ante esta tradición, los capitanes se toman la obligación de restaurar el orden en la Academia con una cierta parsimonia. De hecho, de noche, en los pasillos de la Academia retumba el vocerío y nadie que esté en las inmediaciones deja de percatarse de que está llevándose a cabo el asalto –el intento-. Así que, a la media hora, a los 45 minutos, los capitanes se dejan ver, allá a lo lejos en una de las esquinas del pasillo, y se van acercando lentamente a la ‘Escalera del Cañón’, como no queriendo llegar.
Por su parte, los cadetes van comprendiendo que ya es la hora de acabar. Se corre la voz, se da por finalizado el asalto y, un año más, vuelve a cumplirse lo que manda la tradición: los ‘nuevos’ no han de subir por la ‘Escalera del Cañón’. Este es el primer combate de los futuros oficiales del Ejército.
http://www.onemagazine.es/noticia.asp?ref=24838
Por qué acabó mal la batalla de almohadas de la Academia Militar de West Point
En la Academia General Militar de Zaragoza, sin fecha determinada pero nunca antes de la Jura de Bandera –este año será el 24 de octubre-; sin una ‘orden de operaciones’; sin pedir permiso; sin más que la llamada de la tradición, una cierta noche, tras la cena, se forman dos bandos. Esto sólo ocurre una vez cada año.
Por una parte, se reúnen los caballeros y damas cadetes de reciente ingreso, los ‘nuevos’, vaya; aquellos que no tienen todavía, al decir de los antiguos, derecho a nada. Los ‘nuevos’ cadetes se reúnen tímidamente al pie de la ‘Escalera del Cañón’ en un primer acto de compañerismo, para un esbozo de lo que, con los años, serán capaces de hacer. Intuyen lo que les espera. Algunos, por conocimiento familiar o de amigos que ya han pasado por esto, ya lo saben. Saben que es la primera ocasión en la que podrán demostrar, ante sí mismos y ante los demás, si valen para la lucha. Saben que, seguramente, van a recibir. Pero será en una lucha incruenta, deportiva.
[img=350x525]http://www.onemagazine.es/fotos/editor/24838/220El20caC3B1C3B3n2C20al20pie20de20la20escalera.jpg[/img]
El cañón, al pie de la escalera
Por otra parte, enfrente, estará concentrado el resto de los cadetes y la ‘alferecía’; son las otras tres promociones de la Academia que se concentran en posición dominante, sobre los peldaños de esa escalera, deseando que, sin que suene un silbato, se desate la tormenta.
¿Una promoción contra tres? No importa. En este campo de batalla, el frente es relativamente estrecho y la línea de contacto es de apenas cuatro metros. Por lo tanto, no importa demasiado que los ‘nuevos’ sean 300 y los demás cadetes tripliquen esa cifra. Hay sendas primeras líneas y el resto son, en realidad, unas masas humanas densas y elásticas.
Pero ¿qué va a pasar? ¿De qué se trata? ¿Es una pelea? ¿De verdad pelean cadetes contra cadetes? Nada de eso. De lo que se trata, por mandato de la tradición, es que los ‘nuevos’ han de intentar subir por la ‘Escalera del Cañón’ y los demás cadetes y la ‘alferecía’ han de impedírselo ocupando la escalera desde el primer peldaño hacia arriba, presentando una masa compacta. Ni más ni menos.
El caso es que, formadas las dos masas humanas, los defensores de la escalera empiezan a cantar ‘La Canción de la Escalera’ para desmoralizar a los ‘nuevos’. La letra dice así:
Una mañana de otoño
llegaron los ‘nuevos’ a la General
y toda la ‘alferecía’ con mucha alegría
se puso a cantar:
¡No subirán… subirán la escalera…
aunque Juren Bandera…
¡¡¡los novatos de la General!!!
Y sigue un estribillo atronador e insistente que acaba desmoralizando a los ‘nuevos’: “¡No hay, no hay, no hay…!” Ya entienden Vds. a qué se refiere.
Las razones del asalto
Tradicionalmente, los cadetes ‘de reciente y dudoso ingreso’ –así nos referíamos los cadetes del curso superior a los que ingresaron en 1976-, tenían que superar, fuera del horario de clases y actividades, ciertas exigencias informales con las que demostraban que ya estaban imbuyéndose de su nueva naturaleza: ser caballeros –y ahora damas- cadetes. En un ambiente que se pretendía fuera simpático y jocoso, a los ‘nuevos’ se les imponían ciertas restricciones; los antiguos que lean estas líneas las recordarán: no dejarse bigote, no cruzar la Plaza de Armas por sus diagonales, no cruzar el ‘Pasillo de los Perdigones’ -el espacio de las naves dormitorio situado entre las cabeceras de las dos filas de camas-, traer golosinas al cuartelero los sábados y domingos…
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Imagen del Patio de Armas en 1975
Por otra parte, expresiones dirigidas a los ‘nuevos’ tales como ¡Volován con pan entre pan… y a desierto!, ¡Pelotazo… y sin novedades!, ¡Cuidado, que sopla el Moncayo!, ¡A hacer el reloj de cuco!... y muchas más, daban pie a una y mil situaciones informales que pretendían que los ‘nuevos’, aceptando el juego como víctimas inocentes de él, fueran superando el aturdimiento lógico de los primeros días, tras su ingreso en la Academia General Militar.
Prohibido subir por la ‘Escalera del Cañón’
Una de las tradiciones más severas es que los ‘nuevos’ no pueden subir de la planta baja a la primera –me refiero al edificio principal antiguo- por la ‘Escalera del Cañón’; ni tampoco bajar. Es la escalinata principal y debe su nombre a que, desde hace mucho tiempo, está adornada en su base con un antiguo cañón de campaña.
Con la lógica inversa, los ‘nuevos’ intentan –intentábamos, cuando lo fuimos- hacerlo subrepticiamente cuando creen que nadie les ve mientas suben, hecho que no siempre quedaba impune y acarreaba las lógicas represalias en forma de nuevas bromas.
Sin embargo, el que lo consigue aisladamente, por oportunidad, astucia, velocidad o incluso fuerza, se ganaba el derecho, sólo él, a subir y bajar por esta escalera, mientras que los demás seguían teniéndolo prohibido.
West Point y Zaragoza. Dos academias diferentes
Los cadetes de West Point pelean con almohadas. Una primera reacción me ha llevado a imaginarlos como si jugaran en una inocente fiesta infantil; más bien blanda, tras un ‘cumple’. Pero parece que, en esta ocasión, había almohadas rellenas de objetos contundentes, quizá cascos de combate de kevlar o ¡vaya Vd. a saber! quizá ladrillos. Así, claro, varios han resultado con graves contusiones. Se han pasado.
Sin embargo, los cadetes de Zaragoza pugnan con las manos libres, sólo valen empujones y agarrones; no se aceptan golpes, puñetazos ni patadas; sólo juego limpio.
La tradición obliga a los ‘nuevos’ a intentar subir por la ‘Escalera del Cañón’. Pero la misma tradición manda que ‘no han de poder subir’. Por ello, el que la masa de los ‘nuevos’ empujando consiga, siquiera por un instante, subir un par de peldaños es ya un triunfo para ellos y pueden considerar el asalto como victorioso, y lo celebran dando grandes voces. En realidad, lo que habrían de lograr es alcanzar el piso superior, pero se les oponen siempre fuerzas superiores.
No olvidemos que se enfrentan dos masas compactas que se empujan una a la otra; una, pretendiendo subir algún escalón –los ‘nuevos’-; la otra -los cadetes y los alféreces de los cursos superiores-, impidiéndoselo. De hecho, recuerdo que, en la defensa de la escalera que hizo mi promoción, la XXXIV, uno de mis compañeros quedó atrapado por la masa compacta, perdió contacto con el suelo, e iba de un lado a otro en volandas.
Enseguida, la batalla alcanza mucha intensidad y el vocerío y los empujones llegan a ser importantes. A veces, desde el piso superior cae cubo tras cubo de agua y kilos y kilos de harina sobre los ‘nuevos’ cuyas fuerzas, poco a poco, van mermando hasta que acaban reconociéndose derrotados. ¡Faltaría más!
Al rato de empezar, quizá media hora, quizá más, ambas masas, fatigadas por una intensa y prolongada pugna y cumplida la tradición de que los ’nuevos’ intenten y no consigan subir por la ‘Escalera del Cañón’, se disuelven amistosamente yendo cada cual a su dormitorio –y quizá alguno algo dolorido-, no sin antes descubrir en la lejanía, uno o dos de los capitanes de servicio.
Cuando las masas se disuelven, por el suelo pueden quedar, como los despojos de la lucha, alguna hombrera arrancada, algunos cordones rojos perdidos, algún gorro, un zapato, charcos de agua, grumos de harina…
¿Y los capitanes de servicio?
Desde antes de que comenzara el intento de asalto a la ‘Escalera del Cañón’, los capitanes de servicio ya sabían que iba a ocurrir. No en vano, años atrás, cuando fueron cadetes, habían sido protagonistas, como ‘nuevos’ en el bando de los asaltantes, y, más adelante, como integrantes del bando de los defensores. Por un misterioso medio de comunicación, el desafío entre las promociones de cadetes, que en realidad es secreto, llega a su conocimiento.
Ante esta tradición, los capitanes se toman la obligación de restaurar el orden en la Academia con una cierta parsimonia. De hecho, de noche, en los pasillos de la Academia retumba el vocerío y nadie que esté en las inmediaciones deja de percatarse de que está llevándose a cabo el asalto –el intento-. Así que, a la media hora, a los 45 minutos, los capitanes se dejan ver, allá a lo lejos en una de las esquinas del pasillo, y se van acercando lentamente a la ‘Escalera del Cañón’, como no queriendo llegar.
Por su parte, los cadetes van comprendiendo que ya es la hora de acabar. Se corre la voz, se da por finalizado el asalto y, un año más, vuelve a cumplirse lo que manda la tradición: los ‘nuevos’ no han de subir por la ‘Escalera del Cañón’. Este es el primer combate de los futuros oficiales del Ejército.
http://www.onemagazine.es/noticia.asp?ref=24838